martes, 25 de marzo de 2008

Madre de Matías Catrileo: “Una cosa es tener ideas radicales y otra ser terrorista”… .


Por Victoria Aldunate Morales

El 3 de enero pasado la comunidad mapuche Yeupeko en la comuna de Vilcún, IX región, realizaba una toma de terreno pacífica en el fundo Sta Margarita de propiedad del latifundista Jorge Luchsinger. Aquel día, junto a los comuneros, hacia ocupación también Matías Catrileo Quezada, (22), joven estudiante de agronomía, quien nunca imaginó que el sería la única víctima asesinada por el cabo de Carabineros Walter Ramírez que por estos días el gobierno chileno ya le otorgó la libertad y su crimen se mantiene impune.

Con motivo de la conmemoración del día Joven Combatiente, queremos publicar este reportaje realizado a Mónica Quezada madre de nuestro lamngen, realizado hace unos días por Victoria Aldunate Morales. Y rendirle un humilde homenaje por haber sido un joven combatiente mapuche que dio la vida luchando por su pueblo.

“Cada día duele más no poder abrazarlo”… Mónica cree que “parte” de su alma ha viajado con Matías y le ruega “humildemente a la madre naturaleza” que le ayude a escucharlo “con el corazón”. Siente que lo amará “eternamente” y que mientras esté viva no dejará de “buscar Justicia”… Es lo que le juró a su hijo asesinado por un carabinero la última vez que lo abrazó…

El crimen contra Matías Catrileo Quezada lo cometió el cabo de Carabineros Walter Ramírez, en un fundo en la comunidad de Vilcún, a unos 30 kilómetros al este de la ciudad de Temuco (Región de la Araucanía) el jueves 3 de enero de 2008.

En la madrugada, Matías, de 23 años, estudiante de Agronomía de la Universidad de la Frontera, había entrado a un fundo con un grupo de 30 comuneros mapuche para una ocupación pacífica pues esos terrenos son demandados como ancestrales por la comunidad Lleupeko. El fundo, al que los winca llaman “Santa Margarita”, pertenece, según las leyes de propiedad del Estado chileno al particular Jorge Luchsinger -de una de las familias más ricas de Chile-.

El terrateniente mantiene constantemente, en lo que define como “su fundo”, vigilancia, tanto privada como de carabineros. Esa madrugada un Grupo de Operaciones Policiales Especiales (GOPE) de Carabineros de Chile atacó a los comuneros disparándoles con subametralladoras a pesar de que, de acuerdo a los relatos extraoficiales, los mapuche estaban desarmados.

El carabinero que asesinó a Matías, portaba una subametralladora UZI, cargada con proyectiles de guerra, y le disparó por la espalda.

Los peñi de Catrileo, en medio de los disparos, tomaron su cadáver y lo escondieron para evitar que las fuerzas represivas alteraran las evidencias del crimen. Sabiendo como actúa una policía que tiene historial de dictadura, los comuneros se comunicaron con una radio de cobertura nacional, la Bío Bío, que transmitió en directo lo que sucedía.

Chile entero supo del alevoso crimen esa misma mañana y la policía no pudo trastocar las evidencias. Lo que sí pudo la “justicia” militar fue liberar muy pronto al carabinero: por votación unánime, los jueces de la Corte Marcial concedieron el 31 de enero, la libertad a Walter Ramírez, quien no alcanzó a estar ni un mes en la cárcel.

REBELDE Y CRÍTICO

Los orígenes de la familia Catrileo se remontan a 1879 cuando se sabe que nació Valentín Catrileo Catrileo, bisabuelo de Matías en la zona de Coltauco, el rastro se pierde y algunos de los Catrileo que vinieron después, se exiliaron a Santiago como tantos otros mapuche despojados de tierras, buscando trabajo. El padre de Matías, Mario, es urbano y estudió en la universidad de la capital, allí conoció a Mónica Quezada en los años 80, plena dictadura…

¿Ustedes en ese tiempo tenían conciencia del racismo, de los orígenes?

No, dado la lejanía con esos orígenes, nunca fue un tema. Mario dice que no sintió que fuese discriminado por su apellido. Luego cuando nació Matías y la Cata –Catalina, la hermana menor de Matías- tampoco. Lo que sí hablábamos era de lo social, siempre nos conmovieron las injusticias, recordábamos la lucha contra la dictadura. Nosotros protestamos contra Pinochet, anduvimos en La Legua arrancando de los pacos, en los apagones y las barricadas, y cuando ya nacieron los hijos, no quisimos otra cosa que colegios que asumieran que los Derechos Humanos existen y deben ser respetados. Matías y la Cata asistieron a espacios críticos y cuestionadores en la enseñanza básica. Matías se hizo antisistémico, pasó por un periodo panki y anduvo en casas okupa. Nosotros lo mirábamos, y era un verdadero artista con su vestimenta: allá donde los otros andaban medio producidos, él se producía totalmente, hacía su ropa con un inusual esmero y dedicación, como todo lo que llevaba a cabo.

¿En la adolescencia ya hablaba de lo mapuche?

Sí. En la Enseñanza Media decidió estudiar Mapudungun y comenzó a leer muchísima Historia. Antes de irse al servicio militar, a los 18 años, ya hablaba a sus amigos pankies del pueblo mapuche. Ellos nos han contado cómo trataba de crear conciencia sobre la lucha del pueblo mapuche… El tenía la capacidad de estar en lugares diversos, con gente distinta y ser querido… Hizo opciones también, un día por ejemplo, decidió no entrar nunca más a un shopping. Decidió irse al servicio militar y fue sorprendente que este chiquillo rebelde optara por eso, pero incluso allá fue querido por sus superiores. Con el tiempo, claro, comenzó a rebelarse y al final ya pasaba mucho tiempo castigado por insurrecto. Ahí, en algún momento le dije que sentía, que la cosa se le iba a poner color de hormiga, y parece que me encontró razón porque se salió y decidió estudiar para dar la Prueba y entrar a la Universidad. Luego entró a Agronomía en Temuco. Podía haberse quedado en Santiago, pero quiso irse a Temuco…

“TAL VEZ UN DÍA ME QUEDE MIRANDO FIJO SU FOTO Y NADA MÁS”…

Mónica hace talleres de Tai Chi, es titulada de Estadística en la U. católica y trabajó 11 años en el Diario “Estrategia”, en su profesión, hasta que se cansó y “se cansaron” de ella. Ya cesante “pero conforme”, hizo intentos de trabajo independiente en venta de vestuario, “pero fue un mal negocio”, también se separó, se acercó a la bioenergética, a la aromaterapia y al Tai Chi...

Reflexiona que aunque ella antes del 3 de enero de 2008, había estado triste en algunas etapas de su vida, “en el hoyo profundo” -cuando la Catita se enfermó por ejemplo-, la vida le enseñó que puede ser “peor”… y eso “peor” fue el asesinato de Matías... Lo “más doloroso” en su vida es que Matías ya no esté, “¡es tan absurdo!”… Entonces, me salgo de mi rol y le pregunto cómo, de dónde, sacas fuerzas… “de Matías”, responde, también del amor de la Cata y la familia… “Aunque puede ser que un día me quede mirando fijo esa foto –la foto de Matías que tiene en la pared de su sala-… y ya nada más me haga salir de este otro hoyo negro… Puede pasar”…

¿Cómo era la relación de Matías con su familia?

Amaba profundamente a su abuela, siempre la amó. A sus dos abuelas, paterna y materna. Era increíble cómo lograba comunicarse con ellas… y ahora yo entiendo que se trataba de la comunicación con los antiguos, con las antiguas, que tiene que ver con las creencias mapuche. El antes de andar en las comunidades mapuche, antes de todo eso ya -con los pelos parados y de colores, y entero panki- era tierno y dulce con sus primos chicos, manifestaba su amor a su familia… A mi madre, la abrazaba y le decía mi abueli…

¿Tú qué pensabas de eso?

Yo le preguntaba cuándo iba a tocarme tanta regalonería. Me decía que cuando yo fuera una anciana de trenza bien larga, que ahí “me iba a tocar”…

¿Te iba a tocar ese amor?… ¿eso?...

Sí… es que él había practicado los desapegos… no sé si me entiendes… los desapegos para estar en cosas más trascendentes… Nos costó entenderlo… Yo tenía claro que él estaba apoyando la causa mapuche, pero no sabía cuánto… Y como era un tipo aplicado en todo lo que hacía, esto también lo hizo a concho… Cuando se puso a estudiar para entrar a la Universidad, lo hizo medio año y se lo pasó en eso. Ese tiempo vivió conmigo porque Matías había vivido, en épocas, con su padre también. Fue bueno tenerlo, aunque se lo veía poco salir de su pieza, se la pasaba estudiando todo el tiempo. Mi madre y yo andábamos con zapatillas para no hacer ruido… A mí a veces me molestaba, andar en puntillas. Mi mamá, en cambio, decía: “¡Esto va a valer la pena!”... (ríe) y sacó tremendo puntaje, le fue muy bien en la prueba. Así era él, aplicado, intenso, apasionado y creía en lo que creía.

AUNQUE SEA UNA PALABRA DE INSURRECCIÓN…

Mónica dice que “es difícil saber” cuando su hijo, mezcla de mapuche con chilena, comenzó a sentirse mapuche, “es un sentimiento tan interior, tan íntimo, de él”… Pero lo que sí sabe porque el mismo Matías se lo comentó es que “le gustaba mucho la vida cotidiana en las comunidades, el vínculo con la tierra, con el entorno. En un momento de su vida se comenzó a sentir muy ligado a eso, no le costaba estar con nosotros en Santiago porque nos quería, pero hablaba de lo importante que era para él la comunidad. Nosotros no entendíamos mucho – lo reconozco- y el último tiempo él ya no gastaba palabras en discutir sobre lo que había descubierto allá… Yo veía que mi hijo sentía que la gente de Santiago no estaba entendiendo nada sobre esa otra forma de vida…

¿Tú entonces sentiste que se te venía esto de la radicalidad de él?

… Bueno, el 2006 se notaba muy comprometido, no sólo intelectualmente… De hecho escribió algo para mí en un momento en que yo le pedí un recuerdito: ¡Escríbeme algo para que me quede para el resto del semestre! Porque yo sabía que pasaba tiempo sin verle… Me escribió entonces algo así como “No hay vuelta atrás… hay tanto dolor en el mundo… Pero no dudes jamás de que todos los días pienso en ti”… Y me emocionó porque dijo: Hace mucho que rompiste las barreras de lo establecido, pero creo que algo te frustra, por eso:¡Lucha! Aunque sea una palabra de insurrección, alguien te escuchará…”

¿El pensaba que su madre también era una rebelde?

Supongo que lo percibía y se daba cuenta también que yo era rebelde de un modo diferente, sabía que yo había roto las barreras de lo establecido, pero también sabía que había iniciado un camino de búsqueda de paz… -Pero no habrá paz en mi corazón, si no hay Verdad y Justicia-… Cuando comencé con esto del Tai Chi y de canalizar las energías, la rabia por ejemplo, él decía: Ahora mi mamá con esto de practicar el control de su cuerpo astral hace como que no se enoja, pero en el fondo sigue siendo una enojona. Bueno, le gustaba bromear… También pensaba, y lo sé porque me lo contó un amigo suyo, que a mí las cosas no me resultaban, y se preocupaba por mi sobrevivencia. Yo hago clases de matemáticas y talleres para arreglármelas, y en Navidad puse un puesto de venta de perfumes y aromaterapia, y ahí estuvo él conmigo…

¿Ayudándote?

Y ayudando a todos, necesitaba plata, siempre necesitaba plata, no tanto para él, más para sus ideas, aunque su padre también lo ayudaba mucho, le pagaba los estudios e incluso no le quitó la mesada cuando Matías decidió congelar los estudios para dedicarse a la causa mapuche, por ejemplo a visitar a los presos políticos. Nosotros, al principio, nos resistimos a que dejara los estudios, pero él ya era grande y hacía lo que decidía. No siempre estábamos de acuerdo, pero vino y estuvo conmigo en el puesto, en diciembre, y eso fue como un regalo… Se reía mucho de que la gente comprara algo tan innecesario como perfumes, pero igual estaba feliz porque veía que me iba bien y decía: ¡Mi vieja está vendiendo todos los perfumes de Chile!…

¿Conversaron de su vida esos días?

Sí, yo me sorprendí porque él era tan reservado, pero llamó a la polola por teléfono delante mío para decirle que la quería, me miró y le dijo a ella: “mi mamá está conmigo, ¿quieres hablar con ella?” y me pasó el teléfono… Fue gracioso porque Matías y la Cata, su hermana, que también estaba ahí, salieron corriendo del puesto como niños chicos, diciendo “¡qué vergüenza! ¡quizás que cosa van a hablar!...”... Ahí supe que su polola, en realidad, su pareja porque vivían juntos, es mapuche, profesora intercultural, que hace artesanía, como yo a veces, para ganarse la vida… Creo que ese gesto de cercanía de Matías fue una especie de despedida…

(Vuelvo a preguntar) ¿Cómo encuentras la fuerza…?...

Matías me la da… Quiero creer que él ha pasado a una dimensión superior, creo en que todas las cosas son energía, siento que tengo que permanecer en lo más alto de mi misma, que tengo que intentar no perder mi centro y estar en el camino que me toca vivir… ¡Qué ganas de que apareciera y me hablara!... aunque la cosmovisión mapuche, a la que él adhería, dice otra cosa: que la persona que está bien no aparece y quienes aparecen es porque no les dejamos partir… Le pido sí, que me ayude a desarrollar la intuición para sentirlo…

MATÍAS NO QUERÍA MORIR

Reconoce que a veces le viene la rabia y entonces intenta aceptar lo que siente “sabiendo que es manifestación de la pena… y duele, duele mucho”… Cree que Matías no quería morir porque siempre fue una persona positiva, “además estaba enamorado de Rayen y el amor hace ¡tan bien! El alguna vez había sufrido por amor –antes- y haberse enamorado de nuevo lo había hecho renacer. No llevaba mucho tiempo, pero tenía planes, proyectos de vida juntos… ¡No, definitivamente, no quería morir!”…

¿Qué piensas cuando dicen que Matías era “terrorista”?

¡Que no tienen derecho a decirlo!… Matías no era terrorista, era un joven que buscaba justicia y había recuperado sus raíces… Era muchas cosas, era un estudiante también, a pesar de que yo nunca sentí eso de que un título da estatus, igual le enseñé que era una herramienta para la vida… Yo no había pensado que ese título que él intentaba conseguir, tal vez porque yo le había enseñado su importancia, sirve sólo hasta que te toman preso… hasta que te asumes absolutamente antisistémico…

Matías fue a las comunidades mapuche a aprender con una actitud humilde –eso me han contado sus peñi- y se conmovió mucho… Pero ser terrorista es otra cosa, supone armas (entre otras cosas) ¡Y ellos no tenían ni rastros de pólvora según los informes que hay! ¡Querer hacer justicia no es terrorismo!

Entonces, ¿afirmas que no fue un “enfrentamiento” como asegura Carabineros de Chile?

¡No, no fue eso! A mí me duele que hablen de él como terrorista. El fue parte de un grupo de recuperación pacífica de la tierra, una recuperación, desde mi perspectiva, casi simbólica… ¡y ellos estuvieron ahí, desarmados, con toda ingenuidad frente a la represión! ¡Francamente, una cosa es tener ideas radicales y otra ser terrorista!…

¿Qué esperas de la Justicia chilena?

No soy prejuiciosa, pero me cuesta no encontrarles la razón a quienes no creen en ella cuando veo lo que pasa en Chile. Puede que en este caso se logre algo más que la impunidad del caso de Alex Lemun. Yo espero la pena máxima, si es que llegaran a condenar al asesino, que tengo la convicción de que debería ser así, eso no será Justicia porque ninguna condena es Justicia…

¿Qué deseas para el pueblo mapuche?

Espero que tengan la oportunidad de poder expresarse como cualquier pueblo, como cualquier otro movimiento, que no sigan sufriendo la represión que sufren, que sigan organizándose, que sean ellos mismos quienes resuelvan sus problemas, que no venga un estado paternalista a decirles lo que deben hacer, que no haya aprovechamiento de ningún sector con su lucha. Quisiera que tuvieran la educación que ellos quieren, que ellos legitiman, aquella educación que ellos elijen, que se autogestionen…

*****

Mónica es parte de Pu Weichafe 3 de enero, un grupo de amigos mapuche de Matías con los que ella comparte la difusión de la causa mapuche y el seguimiento al proceso judicial y social que implica el crimen contra Matías. Confiesa que “la búsqueda y la denuncia de la verdad” la sostiene hoy en medio de una familia en que “todos están destruidos por este crimen”… Una semana antes del asesinato de Matías, él había estado con su familia conversando, entre otras cosas, “de la persecución al pueblo mapuche, del constante asedio y allanamiento policial a las comunidades, del despojo de tierras que genera falta de oportunidades para los jóvenes, del despojo incluso de los lugares sagrados”… Matías que amaba a su familia tanto como al pueblo mapuche, tenía mucho que decir y hacer. “Estaba leyendo como siempre, sereno, contento, ilusionado”…

El muchacho que había destacado en matemáticas y en artes, que escribía poemas y canciones, que tocaba la guitarra, que había sido panki, que no se inscribió nunca en los registros electorales y que no militaba en ningún partido político como otra de sus expresiones radicales, ya era mapuche y eso “lo hacía profundamente feliz porque había encontrado el sentido de su vida”… Y lo mataron por eso: su crimen sigue impune.


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